En un gran cartel la promesa: “Las grandes obras de la
pintura universal ahora al alcance de todos”.
Inevitablemente pienso en la frase “al alcance de todos” y
es instantánea la imagen de hordas y hordas de personas estirando los bracitos
bien arriba, tratando de conseguir lo que le dicen que ahora está justamente
ahí, tan cerquita. Esa inmediatez se incrementa muchísimo con el agregado de la
palabra “ahora”, por lo que intrínsecamente uno lo quiere ya, ahorita mismo, no
mañana ni la semana que viene, que al ritmo que vamos faltan siglos. Entonces
las hordas y hordas todavía estiran más y más los bracitos, con los deditos
largos bien largos. Y todos se miran entre sí y sonríen ansiosos aunque estén
amontonados y apretujados; situación similar a la que ocurre en la entrada o
salida del subterráneo a hora de tumultos, pero que carece ésta de las sonrisas
en las caras o de los gestos de cuando uno la está pasando realmente muy bien.
En la práctica este cuadro sería realmente imposible, ya que una vez ubicadas las personas en
postura de obtener, cómo llegar al próximo paso, al hecho concreto de la unión
mano-fascículo? Tendrían que misteriosamente aparecer éstos desde algún lugar, quizás
el espacio infinito. Podría desatarse una lluvia de ejemplares que caería sobre
las cabezas de los solicitantes, como si otras hordas de seres humanos las
arrojaran desde un zepelín gigante. O que una mano descomunal –sin cuerpo, sólo una mano- apareciera flotando
y entregara a esas otras manos, sedientas de lo que les corresponde, las
benditas revistas.
Lo que queda claro es que éstas tienen que ser sí o sí las
mismas para cada uno, ya que en casos de muchedumbre la diversidad puede traer
aparejada caprichos de calibres varios, o empujones porque uno quiere el número
tres y por qué usted tiene ése y a mí me dieron éste que tiene dos páginas
menos, entre otra clase de pretensiones innecesarias pero que complicarían la
posterior evacuación en términos pacíficos.
Una vez obtenido lo prometido, lo que sigue son los rostros felices,
al fin disfrutando eso que antes no estaba disponible pero que ahora sí, y de
una manera tan simpática, tan novedosa! Y luego, todos volverían satisfechos,
hasta se dirían adiós agitando las revistitas con la mano mientras la Mona Lisa
les sonríe a cada uno y se espera con ganas otro llamado de la voz que regala.
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