Ustedes saben que por más que no tenga
nada para decir, por algo estoy ocupando este lugar, así que ya saben lo que
tienen que hacer -concluyó.
Completamente antipático. Todos nos
miramos; la mesa era redonda así que no había lugar para miradas escapatorias.
Si la mesa hubiera sido rectangular y larga, quizás mirar de reojo podría tener
más efecto, pero para el caso era lo mismo. Más que mirar, había que pensar.
Pensar, trabajar y definir. Verbos muy intensos y que no deberían juntarse hasta
después del almuerzo, momento del día en el que ya no tenemos otra opción que
pensar, trabajar y definir.
Hilando fino sobre esta cuestión, no
sería del todo alocado pautar horas determinadas del día para hacer dichas
tareas con mayor efectividad. A saber, cuando uno recién despierta es el
momento de la lucidez total, las mejores ideas sobrevienen por la mañana,
cuando uno está fresco y el mentol del dentífrico todavía no enjuagó la
inspiración. Por una cuestión lógica, el segundo tramo del día debería ocuparse
con la acción del trabajo, donde uno expone todas las posibilidades y expone su
cuerpo –para abarcar todos los oficios y profesiones posibles- a la realización
de la tarea encomendada por uno mismo o, en la mayoría de los casos, por
terceros, muchas veces en forma de tirano de siete cabezas y cuerpo de
monstruo/belcebú/cerdo capitalista. De manera inevitable se llega entonces a la
tercera fase, coincidente con la fase final del día que es también coincidente
con el cansancio y las ganas y/o necesidad del ocio, a esto se aplica el verbo
definir. Definir lo expuesto para darle curso y llegar a los resultados, que es
adonde hay que llegar si uno quiere ser alguien en la vida o en el peor de los
casos, algo, o en el inútil de los casos, lo que sea.
Volviendo a las intimidades
jefes-subalternos, sería una invención muy productiva un adminículo receptor de
frases inútiles que pueda captarlas y silenciarlas para evitar ya sea el debate
inútil ya la dispersión de las demás personas hacia temas incongruentes o de difícil
puesta en práctica.
De todas maneras, hay que admitir que
los sectores empresariales no son muy duchos a la hora de crear y desarrollar
estrategias para mantener a sus trabajadores contentos. Por qué no implementar
un día de ocio para cada empleado cada diez días hábiles; el empleado puede
elegir el día que se le antoje y sentir que tiene la libertad de hacer lo que
se le da la regalada gana cuando en realidad tendría que estar trabajando, lo
que le infundiría una mayor satisfacción tener que asistir a su labor los
restantes nueve días. Vivir con desenfreno una jornada laboral que no es tal,
tener un día rebelde donde cualquier cosa que hagamos tiene regocijo doble
porque sabemos que nuestros congéneres están marcando su día a través de un
reloj y nosotros estamos afuera de la jaula bailando el vals del relajado. Por
supuesto siempre –siempre- con el deseo constante de incrementar la
productividad y hacer crecer la siempre bien ponderada industria del trabajo.
Otra buena frase para el receptor de oraciones inútiles.
jajajaj dónde puedo comprar el 2adminículo receptor de frases inútiles" me sería muy útil!
ResponderEliminarLos tengo a muy buen precio!!!
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