martes, 4 de septiembre de 2012

Esencia


Es un momento de suspensión,
como si el tiempo deja de ser tiempo y no hay nada,
sólo es ahora y transcurrir y claridad.
Y ya no hay nada para controlar porque amanecemos
y la vida nos hace sentir que estamos vivos,
que desesperada corre la sangre por nuestras venas
haciéndonos vibrar y reír y soñar despiertos cuando creíamos que
todo había quedado enterrado en lo más profundo de los abismos.
Y se nos revela esa sensación como una flor que abre,
la que se siente cuando notamos que nuestro corazón va a estallar,
cuando nuestra mente vive en la abstracción absoluta y es también
un remolino de pensamientos, es la caja de Pandora de los sentimientos
que nos toma por sorpresa y nos pega una feliz cachetada.
Es lo que habita en lo más profundo de nuestra alma,
hiberna tan solemne que creemos que ya no existe más,
y de repente como una flecha que nos atraviesa en lo más recóndito
aparece como un volcán de lava que no para de manar
por todos los lados de nuestro cuerpo
y nos inunda, nos embarga, nos posee, nos alimenta.
A la velocidad de la luz viajamos a través de nosotros mismos, 
preguntando, dudando, deseando alocadamente 
que ese calor toque nuestras manos, pidiendo a gritos ofrendarnos a 
un ritual sacrílego donde no hay testigos, sólo protagonistas.
Y mareados continuamos nuestros pasos, viviendo esa dulce incertidumbre
de bailar sobre la arena caliente que tanto añoramos y que creíamos perdida,
tratando de no perder la razón para perderla en el momento justo para siempre,
y aceptar que esa razón no es nada si no podemos decir lo que somos,
si no podemos sentirnos animales y gritar desaforados
y salir a jugar como niños otra vez bajo la lluvia para limpiarnos de todo mal
y ensañarnos de amor con nuestros cuerpos
y sufrirnos y padecernos y amarnos de tal forma que ya no haya vuelta atrás.
Hasta que todo pierda el sentido para poder darle un sentido diferente,
esa diferencia que nace de la pasión viva,
estado de embriaguez natural dueña de nuestras acciones
y que nos ilumina la vida
como un faro en el medio del inmenso y desnudo océano.



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